Villancicos en el nido de cuervos.



Corría el viento del invierno cuando el hombre que daba de comer a los cuervos se sentó lentamente en uno de los bancos del parque, helados por la nieve y el hielo que alojaban la epoca. Este hombre siempre había estado en armonía con estos pajaros, que curiosamente  se ven como simbolo de las desgracias y la muerte. Ya de avanzada edad, este señor vivía solitario en una calle cercana a donde se reunía todas las tardes con sus queridos animales.
La misma tarde en la que se sento en ese banco, dio de comer por última vez a los cuervos del nido "Brown", nombre dado por este mismo hombre al hogar de los pájaros; ya que poco después sería encontrado muerto en uno de los caminos que daban al parque.
Antes de este macabro suceso, en el nido "Brown" se reunían cinco cuervos a la espera de su comida de granos de maiz diária.
Entre los cuervos se encontraba el jefe del crimen, un ave que se diferenciaba de los otros pájaros por apenas dos detalles, pero que definían perfectamente la personalidad de este lider plumífero; uno de ellos era la falta de plumas en el ala izquierda, apenas protegída por un par de estas, más negras que el carbon. El otro detalle era una cicatriz o arañazo que recorría la mitad del pico del jefe como recuerdo de la ostilidad de algunas especies.
            
-Eran las 5:30 pm cuando se empezaron a oir los graznidos de unos pájaros escandalizados cerca del parque.

-Bien señor Marlus, ¿recuerda algo más de lo sucedido?, ¿logró ver quién atacó al señor Legrem?

-Apenas, agente. Lo único que pude vislumbrar con claridad es que quien le atacó era pelirrojo, corpulesto y de piel blanca.

-Gracias, con eso ya tenemos para empezar. Por último me gustaría recomendarle que se aleje de la escena del crimen, es realmente espeluznante.

El señor que daba de comer a los pájaros salió de su solitaria casa con una mazorca de maiz en la mano, dispuesto a seguir con su rutina de dar a comer a los cuervos. En ese mismo momento, el jefe del crimen junto a otros dos cuervos vijilaban desde las ramas de distintos árboles nevados el camino que recorría el hombre:

-¡No tardará mucho en llegar, Olvie!- le dice uno de los tres cuervos al otro- ¿Cuánto cree que traerá hoy, jefe?, ¿lo suficiente como para las crías recién nacidas?

Con voz ronca y rota por el duro frío que asolaba al jefe, este contestó:

-No lo se Rachie, últimamente noto como la edad está debilitando a ese hombre. Debemos ver si eso limitará sus visitas a nuestro hogar.

Durante aquel invierno, las nevadas habían impedido al grupo de cuervos cazar apenas unos pocos alimentos, que no llegaban para abastecer a todos los picos hambrientos asentados en aquel pequeño antro de ramas, barro, nieve y hojas entre otros.
Entonces, algo llamó la atención del jefe. Un hombre se dirijía hacia el señor que les suministraba comida. Al principio la figura, que no se distinguía de entre los árboles por la espesa nieve que caía, no parecía amenazante, pero se iba acercando al hombre por momentos, cada vez más, pero procurando que este no se diera cuenta de se presencia; hasta un momento dado, en donde la figura muestra una pistola anteriormente oculta en su gabardina.
Rapidamente la figura asesta un disparo letal en la espalda del anciano, acelerando lo que ya no podía estar muy lejos, la muerte de ese buen hombre.
Los cuervos se quedaron petrificados al ver como la sangre chorreaba por la espalda del hombre. Tendido en el suelo, su cara pálida se empezó a calaberizar por el frío, y sus últimos alientos quedaron totalmente congelados en el aire seco.
Contra la nieve, una bandada de pájaros negros llenos de ira ascendían hasta el negro cielo tapado por una densa capa de nuves. Por todo el parque se pudieron escuchar graznidos furiosos que resonaban entre las ramas de los árboles helados. En el rincón donde se había cometido el asesinato, el hombre culpable intentaba escapar sin ser visto, haciendo caso omiso a los vengadores de su víctima; pero estos estaban cada vez más cerca de el.
Los cuervos rodearon al criminal haciendole una señal de su próximo ataque, mientras el hombre siguió andando, cada vez más rapido; notando como si una presencia omnipresente le quisiera castigar por sus fechorías. Cada vez más rápido, y más y más.
Sin mayor aviso, los pájaros bajaron rápidamente a por su presa, y comenzaron su venganza.
Uno a uno fueron desgarrando la gabardina del hombre, llamando su atención y haciendo que gritara sin cesar por el pánico.
El hombre calló en el suelo helado y los cuervos picotearon su rostro y cuerpo. Uno a uno fueron clavando sus negros picos rocosos sobre la piel pecosa del asesino, haciéndole heridas tan profundas como la oscuridad de su alma. Cada organo fue debastado por las garras afiladas que emergían ferozmente de diez patas anaranjadas.
Gritos de pánico se mezclaban con llamadas salvajes a la sangre de los mal nacidos. Los ojos del hombre avandonaron el cuerpo de este, siendo arrancados y dejando paso a una laguna de fondo profundo llena por sangre carmesí que acompañaba el rostro ya desfigurado de aquel hombre. Los pulmones permanecían vacíos y llenos de agujeros. A su lado, varios nervios arrancados y trozos de piel despellejados indicaban un saqueo de órganos de parte de las aves. 
La venganza estaba servida y los cuervos ya tenían cena de Navidad.

                      Resultado de imagen de cuervos con sangre

Comentarios

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  2. Hoy hace un año que publiqué la tercera parte de "Miedos Espaciales" y me gustaría desearles una feliz Navidad y un feliz año nuevo.
    Por último, perdirles disculpas por mi inactividad en este último año.
    Saludos,
    Bob Poltergeist.

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